Kassthum capítulo 1: El Despertar - David Cala
Despertó
con un terrible dolor de cabeza, estaba en una habitación mal iluminada por una
pequeña y estrecha ventana situada a la derecha del jergón en el que acababa de
despertar. Quería examinar la estancia, así que se levantó muy despacio, puesto
que se sentía mareado por culpa del intenso dolor de cabeza. Estaba en una
habitación tan pequeña que apenas cabía el jergón en el que había estado
durmiendo. A los pies de la cama había un baúl de madera, y un espejo de cuerpo
entero estaba incrustado en una de las paredes de ladrillos. No sabía dónde
estaba, no reconocía nada de lo que había entre esas cuatro paredes, pero lo peor,
era que tampoco sabía quién era él.
Se acercó hasta el espejo para observar
su rostro, lo mismo podría recordar algo al verse. El reflejo que le devolvió
el espejo fue el de un hombre en la treintena, muy alto y fornido, los músculos
de los brazos y del pecho parecían que iban a reventar su piel. Los largos y
oscuros cabellos caían sobre sus hombros, se había afeitado hacía poco tiempo,
pues apenas había rastro de barba en su cara. Iba vestido con un taparrabos de
piel de oso negro, las botas de cuero marrón le llegaban casi hasta las rodillas.
Dio por supuesto que una gran espada bastarda que descansaba envainada sobre el
baúl le pertenecía.
Tendría que seguir explorando fuera del
dormitorio, a lo mejor tenía más suerte para averiguar algo sobre él mismo. Se
ajustó el cinturón con la espada antes de dirigir sus pasos en dirección a la
puerta. Al menos no estaba cerrada con llave, así que la abrió sin problemas.
Salió a un pasillo de unos diez metros de longitud y apenas dos de ancho. Justo
a la izquierda de la puerta que acababa de atravesar, en la pared, había una
antorcha iluminando el pasillo, que por cierto, en esa dirección no tenía
salida. Solo podía ir hacia la derecha, avanzó por el pasillo hasta llegar a
unas escaleras que descendían, tomó otra antorcha que había en la pared antes
de empezar a descender los escalones con cautela.
Estaba confundido, superado por la
situación, pero no titubeó hasta que llegó abajo. Las escaleras terminaban
directamente en una amplia habitación, parecía algo así como una mezcla entre
despensa y laboratorio. En el centro de la habitación había una amplia mesa
llena de alambiques de cobre, tubos de ensayo y frascos de cristal de extrañas
formas. Las paredes de la estancia estaban cubiertas por estanterías de madera,
la mayoría estaban repletas de libros antiguos, pero en otros de los estantes
había una multitud de tarros de diferentes tamaños y formas, solo Yaster sabía
que podían contener. Ordenando algunos de estos tarros distinguió la figura
achaparrada de un hombre. Vestía con una túnica gris que le cubría hasta los
pies, le llamó la atención que tenía unos amplios bolsillos donde meter las
manos.
—Buenos días —le dijo el extraño sin
llegar a darse la vuelta en ningún momento—, veo que por fin has vuelto del
reino de los sueños. Soy Blasktar, el hechicero. Te preguntarás muchas más
cosas sobre mí, pero serán aún más las que te preguntes sobre ti mismo. Estas
en la ciudad de Rhotas, la capital del reino de Heintask, en el continente de Escya.
Hace dos semanas te encontraron en el sótano de un viejo edificio que se vino
abajo mientras luchabas con alguien de quien no encontraron rastro. Te trajeron
a mí para que intentase curarte, he conseguido curar tus heridas físicas, pero
las de la mente me han sido imposible. Recibiste un golpe tremendo en la cabeza
que te ha hecho perder la memoria por completo.
—No sé qué hacía en ese sótano, la
verdad, si ni siquiera recuerdo cual es mi nombre…
—Tu nombre creo que lo has dicho en
sueños varias noches mientras estabas inconsciente —lo interrumpió Blasktar—.
Gritabas “Soy Kassthun”.
— Kassthun… Me gusta —reconoció.
—Por tus ropas estoy convencido de que
eres un bárbaro de una de las tribus del norte de Escya, seguramente de Zenavea
o de Eurysova —asevero el hechicero mientras se acercaba hasta él, se dio
cuenta de que arrastraba la pierna izquierda al caminar.
—Pues tendré que poner todo mi empeño
en averiguar qué es lo que hacía en ese sótano —afirmó el bárbaro llamado
Kassthun.
David Cala
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