La impronta de No profanar el sueño de los muertos. Festival Nocturna - Pako Mulero Arenillas



Jorge Grau es uno de los cineastas más grandes de todos los tiempos. Su cine, siempre transgresor, independientemente del género que estuviese tratando, poseía una fuerte premisa aleccionadora. Como director de cine, se vio en la obligación de donarnos un legado de cultura y protesta, brillante como pocos, y que envejece como el mejor de los vinos. 



Tuve el honor de compartir espacio con su hijo, Carlos Grau, y con José Lifante, nuestro amado zombie “Final Boss”. Se trataba, ni más ni menos, que de una mesa homenaje a la figura de Jorge Grau, organizada por Antonio Busquets para las actividades de Nocturna 2018. El festival, le iba a otorgar a tan notable director un galardón por su carrera, pero por problemas de salud no pudo acudir. Carlos, su hijo, un cineasta comprometido y portador de tan ilustre ADN, acudió al evento en su nombre, para más tarde, sorprendernos con la llegada de Lifante. 

Fue un encuentro inolvidable, ya que no solo analizamos la filmografía del homenajeado, además, nos adentramos en su vida personal, donde descubrimos que era una bellísima persona que valoraba a todos aquellos que lo rodeaban. 

Nos contaron, que, a pesar del éxito rotundo de No profanar el sueño de los Muertos en el festival de Sitges a finales de 1974, donde obtuvo múltiples galardones (la crítica especializada se rendía a sus pies), el film se encontró con una atmósfera extraña, al coincidir su estreno nacional con diversos cambios sociales y con la muerte de Franco en 1975. La sociedad española estaba en una situación tan confusa, que ni los amantes del género ni sus censores se percataban de aquello que sucedía en las salas. Si bien fuera de nuestras fronteras empezaba a considerarse como una cinta de absoluto culto, hubo que esperar un poco para que fuese justamente reconocida en nuestro territorio. 

El film fue constantemente rebautizado




La experimentación con la gama cromática, el uso de los colores, y las exquisitas localizaciones, le daban el broche perfecto a una película totalmente transgresora, que había sido escrita y dirigida por Jorge Grau, alguien que redoblaba sus habilidades en cada nuevo proyecto. Nunca dejaba de aprender, y sus ideas relacionadas con los demás oficios, obtenían una respuesta simplemente asombrosa. Su sugerencia de usar fotografías de cadáveres reales para inspirar en el proceso de maquillaje tuvo resultados escalofriantes. 

En 1981, un titán como Chicho Ibáñez Serrador, presenta en Mis Terrores favoritos la película No profanar el sueño de los muertos, y lo hace a lo grande. Chicho monta una performance que embaucaría a todo el público. Se lava las manos en sangre mientras explica la sinopsis del film, anécdotas, e informa sobre la figura de Grau. Al día siguiente, todo el mundo habla de aquella película de muertos reanimados, porque están asustados, porque es algo totalmente diferente, y, sobre todo, porque es magnífica. Por fin se hizo justicia en casa. 



La película, desde el principio, ejecuta una crítica feroz hacía el ser humano, sus descarnados hábitos de consumo y contaminación, su habilidad de prejuzgar, y, sobre todo, evidencia la lentitud de la justicia y el sangrante clasismo. 

Tiempo atrás, se había presionado a Jorge para rodar una versión a color de La noche de los Muertes vivientes, película que él admiraba, pero que, en su opinión, no era necesario copiar con descaro. Él, estaba seguro de que podía construir un film diferente, con elementos similares, sí, pero con identidad propia. Lo hizo. 

Ray Lovelock, interpreta a George, un joven melenudo y con brotes antisistema, que de forma accidental se ve incluido en una escalofriante historia de muertos que se levantan de su sepulcro para alimentarse de los vivos. Si bien en el film de Romero nos topamos con un protagonista afroamericano, en el de Grau, la responsabilidad recae sobre un Hippie con un alto nivel cultural, y que, además, cuestiona a la autoridad más conservadora. 



En este caso, el origen de los no muertos posee antecedentes científicos, causados por falta de empatía y ambición. Una máquina, cuya función es producir vibraciones que espanten los insectos y así mantener intactas las cosechas, está provocando el alzamiento de los cadáveres. Como es de esperar, los responsables ni escuchan ni atienden a razones, ya que solo les interesan los números, lo que provocará graves complicaciones. Cada escena contiene una fuerte crítica social, e incluso religiosa, dejando patente, que el ser humano es el único responsable que debe asumir y responder por sus acciones. 

Para mí fue muy especial interactuar con Carlos Grau, que gracias a su generosidad pudimos conocer muchísimos datos interesantes. No olvidar la presencia de José Lifante, uno de mis actores favoritos, que supuso una sorpresa que enriqueció el evento. Lifante estuvo gigantesco en aquel film, donde interpretó dos papeles claramente diferenciados. Nuevamente, un 10 para las actividades paralelas organizadas por Busquets.



Pocas semanas después, estando ya en Sevilla, recibí la triste noticia de la muerte de Jorge Grau. Tuve la oportunidad de darle mis más sentidas condolencias a su hijo, e incluso de ofrecerle mi revista como un humilde espacio donde pudiese expresar unas palabras de despedida. En el próximo número físico de La Cabina de Nemo, podréis leer la carta de Carlos dirigida a la memoria de su padre, Jorge Grau, un cineasta cuyo testamento ideológico nos servirá de guía por siempre jamás.


Comentarios

  1. Gran artículo. Muchas gracias por acercarnos a estos cineastas. Y qué gran gesto ofrecer un espacio en la revista de La Cabina de Nemo. Espero tener la oportunidad de leer la carta.
    Un saludo.

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    1. La carta es uno de los gestos más hermosos que he leido jamás. Pronto podrás leerla. Un abrazo enorme!!!!

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