Colour out of Space - Pako Mulero - Sitges2019

Colour out of Space vivió momentos muy emotivos a lo largo del festival. El regreso de Richard Stanley al candelero para mostrarnos su visión de la granja más desdichada de todos los tiempos generó mucha expectación.

 

H.P. Lovecraft recibió 25 dólares procedentes de una revista tras publicarle un relato que contribuyó a esculpir el terror tal y como lo conocemos. Con elementos folk, weird, y horror cósmico materialista, el solitario de Providence nos contó el infortunio de una pobre familia que vivía en una granja a las afueras. Ni siquiera fue incluida en un recopilatorio de los mejores relatos sobrenaturales de aquel año, tan solo obtuvo una breve reseña a pie de página. Es lo que pasa con la creatividad extrema, siempre llega con muchos años de antelación y muchos no están preparados para digerirla. 

 

Varios han sido los intentos de adaptar tan notable relato a la gran pantalla. Así a bote pronto se me vienen a la cabeza La granja maldita, dirigida en 1987 por David Keith (con un pequeño Wil Weaton de protagonista), y la pequeña historia incluida en Creepshow (1982-The lonesome death of Jordy Verril) dirigida por George A. Romero y escrita y protagonizada por el mismísimo Stephen King. Ambas historias eran adaptaciones sumamente libres con unas premisas que se alejaban de la intención original de Lovecraft, pero hacían justicia a la hora de dar notoriedad y protagonismo a la mitología creada por tan gran autor. 

 

En este caso el testigo fue recogido por Richard Stanley, un director tan interesante como peculiar, que, con motivo de muchos conflictos en rodajes del pasado, se ha mantenido demasiado tiempo en un discreto segundo plano. 

 

Richard Stanley es un estudioso de lo oculto y lo sobrenatural, conocido en diversos círculos por su interés hacia el esoterismo. Era cuestión de tiempo que se interesara por adaptar a uno de sus autores más admirados. Tanto en el guion (que él mismo ha coescrito) como en la dirección, ha dejado patente su pasión y conocimiento por la literatura gótica del siglo XIX, la simbología cabalística, y la mitología creada por el hacedor de Arkham y sus discípulos. 

 

Eso sí, dejemos claro desde el principio de que el señor Stanley es alguien sin prejuicios, que ha deconstruido ciertos elementos de la personalidad de Lovecraft para darle la vuelta y aportar un mensaje más positivo. Al comienzo del film vemos un móvil colgado en una rama que homenajea la esvástica compuesta por piernas de muñeca Barbie (creación de Roland Topor), para de este modo denunciar y frivolizar acerca de las ideas intolerantes del escritor, y en caso de duda, minutos después descubrimos que uno de los personajes principales es un hidrólogo afroamericano criado en Providence. De este modo, el director da una lección magistral de como siempre debemos quedarnos con lo positivo, a la vez que le damos una vuelta de tuerca a lo negativo para mostrar una correcta progresión. 

 

Llegados a este punto debe poneros en contexto de cómo y cuándo vi el film. Pude disfrutarla el último día del festival de Sitges, en la preciosa sala del Retiro, con el mismísimo Richard Stanley como maestro de ceremonias. Aseguro que el marco era el idóneo. Como curiosidad contaré que pude charlar con él un rato antes de la proyección, pero para mi regocijo me encontré con él dos días después en la sala de espera del AVE, estación de Sants, donde pudimos charlar un poco más. 

 

La película ha sabido captar la esencia del relato en su totalidad, haciendo guiños constantes a la filmografía de Carpenter, especialmente a La Cosa, cinta que hibrida En las montañas de la locura y EL Color que surgió del espacio, junto con el relato Who Goes There? de John W Campbell.  

 

En diversas escenas Stanley homenajea a varios escritores de lo sobrenatural que han guiado sus pasos. El memento a Los Sauces de Algemon Blackwood es sublime.

 

Nicolas Cage se gusta, se interpreta a sí mismo haciendo una crítica y autocrítica a todos los acontecimientos que han marcado su vida en los últimos años. El resto del reparto da la talla estupendamente en un marco esotérico que se declara abiertamente raro y espeluznante desde el principio.

 

El director ha conseguido sensaciones variopintas, donde la belleza y la podredumbre forman parte del mismo colorido entorno. El Color es otro personaje que se suma a la trama, un agente corruptor que tras caer a la tierra quiere emular la siniestra realidad de la que procede. Richard Stanley ha regresado a la carga con una de las mejores maneras posibles. Buena tarjeta de regreso. 

 

 

 

Comentarios

  1. Pako, anhelo ansioso conocer si en la sala de espera del AVE le preguntaste acerca del rodaje de La Isla del Dr. Moreau (1996), porque ahí reposa el argumento de otra peli aún más flipada esperando ser filmada...;)

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