She Dies Tomorrow / Premio Jurado Joven – Pako Mulero Arenillas – Sitges2020

Muchos se quedaron boquiabiertos cuando el film de Amy Seimetz se llevaba el premio del jurado joven a mejor película fantástica. Siendo una producción realmente atípica con más tintes existencialistas que surrealistas, consiguió ganarse el corazón del jurado más benjamín.

La directora suma un plano cortado tras otro, con una serie de escenas incompletas acompañadas de la fotografía más molesta e inquietante que un espectador pueda padecer. Los mencionados planos (muy poco estéticos) cortan sin parar la progresión de los personajes, que a la postre jamás concluyen ninguna de las actividades que comienzan. Nada de lo anterior es por falta de pericia, todo lo contrario, forma parte de la progresión dramática de una incompleta trama, que en ocasiones coge elementos de Lynch e incluso de Gaspar Noé, pero con la clara intención de quedarse a medias para frustrar a un espectador que no consigue redimirse con una catarsis normativa. 

Tal y como indica el título lo único que mueve y motiva a los personajes es la contagiosa perspectiva de una muerte segura. Plantea el vacío existencial, lo anodino del paso de nuestros días, e incluso de como el capitalismo y su correspondiente consumismo extremo son las únicas medidas de rellenar nuestras carencias y estúpidos egos. 

La directora propone la posibilidad de un mundo en el que la angustia por una muerte próxima y fechada genera un cambio en nuestro pensamiento y prioridades, dotando de serenidad a todo aquel que lo asume de forma más natural que racional. El guion contempla el ir más allá de la superchería o la precognición barata, siendo la perspectiva de un deceso certero algo altamente contagioso para todo aquel que se expone a los entrecortados argumentos de los afectados.


Los “contaminados” pasan por las diversas fases previas a la aceptación, señalando con sus truncadas acciones todo lo que han ido dejando a medias a lo largo de sus vidas.  Tengamos en cuenta que la muerte es la interrupción de la vida, que como suele pasar, siempre nos resulta incompleta y carente de plena satisfacción. 

El hilo conductor de esta historia inacabada es el Réquiem Lacrimosa de Mozart, algo legítimo si tenemos en cuenta de que se trata de la decimonovena y ultima misa de Réquiem compuesta por Amadeus. El estelar compositor falleció justo antes de poder concluir con aquella misteriosa misa de difuntos que estaba realizando por encargo. 

A pesar de todo su empeño, Mozart no pudo terminar de componer aquella pieza para el descanso de los difuntos debido a sus graves problemas de salud. Él mismo estaba obsesionado con aquellas notas, alegando que había sufrido una maldición y que por ello estaba componiendo su propio Réquiem. Estuvo cerca, pero no lo consiguió. El resto es historia.


Cuando Lacrimosa entra en escena se escucha de forma tanto diegética como no diegética, pero siempre entrecortada y acompañada de una fotografía agresiva, mostrando que todo es un ciclo donde lo vivo muere (en ocasiones interrumpiendo abruptamente su periodo) para acabar siendo algo diferente e incompleto, normalmente mutado para satisfacer nuestras necesidades superfluas y comerciales. El re menor marca el ritmo y la premisa de un film tan intenso como arriesgado que condiciona nuestros egos y obsesiones. 

Ni tanatofobia ni tanatomanía. Este extraño film, guardando las distancias, se acerca más al término de ser una especie de Ángel exterminador de Buñuel, solo que sus personajes están encerrados en sí mismos, sin posibilidad de escapar, en un espacio que no controlan y con un claro gatillazo en lo que a surrealismo se refiere.  

La directora cuenta con un reparto variopinto en su mayoría afincado en el cine independiente. Destacar a Jane Adams, una actriz acostumbrada a encarnar con soltura a personajes depresivos y de fragilidad extrema. Con un montaje extraño, pero correctamente planteado para su propósito, unos planos inconexos (ídem), y un guion donde predomina la frustración y la comunicación entrecortada, la cinta de la cineasta estadounidense se ha ganado la incomprensión y la negativa por parte de una grada amante de las emociones más normativas, aunque en Sitges vivió el cuento del patito feo gracias a su carga de frustración existencialista y su rechazo a la visión más convencional de la muerte.

El tiempo mal invertido es más traumático que la parca en sí, es por ello que debes plantearte si es el tipo de película que te apetece ver, aunque te aviso que dejarla a medias refuerza la teoría de su premisa.

 


 

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