DIBUJOS DEL FUTURO. Nocturna 2018 - Elena García Peñuelas


El cine de animación nunca ha sido ajeno a los festivales de cine fantástico, ni mucho menos a Nocturna. La sorpresa llega cuando nos damos cuenta de que una película de dibujos animados no va a proyectarse una tranquila sobremesa, ni siquiera en una matinal de esas a los que los espectadores más curtidos llegan con el ojo pegado tras una madrugada intempestiva de gore gamberro. Cuando comprobamos que la cinta en cuestión se estrena un viernes a primera hora de la noche, horario pasto de los estrenos más jugosos. Pero, si hablamos de una película como Mirai no Mirai (Mirai, mi pequeña hermana como se ha traducido por estos lares) no cabe duda de que la ocasión lo merece.


Mirai no Mirai es una de esas pequeñas joyas de la animación como The breadwinner, Persépolis o El viaje de Chihiro que nos llega de vez en cuando para demostrar, algo que parece que hay que recordar de vez en cuando, que la animación es un maravilloso lenguaje para contar historias profundamente adultas, aunque sus protagonistas sean niños. Obra de Mamoru Hosoda, director de otras películas con agudas reflexiones sobre el mundo de la infancia y su paso hacia la madurez como Wolf children o El niño y la bestia. Este aclamado creador consigue dar un paso más, si es que esto es ya posible, en su trayectoria con una impecable fábula sobre el complejo de príncipe destronado.

Mirai no Mirai es una película deliciosa de principio a fin, llena de personajes entrañables, desde su jovencísimo protagonista, hasta Mirai, que viene del futuro, no a recomendar detergente, sino a ayudar a un hermano mayor que apenas acaba de dejar de ser un bebé, pasando por ese maravilloso perro humanizado, o esos padres, que, a pesar de no ser ya primerizos, siguen enfrentándose a nuevos retos día a día.

Mirai no Mirai conserva las raíces del virtuosismo formal de ese estudio Ghibli que dejó Hosoda tras abandonar la producción de El castillo ambulante, con una animación prístina e increíbles viajes por los aires, pero lo que la hace brillar es su maravillosa combinación de costumbrismo, con la historia de un niño que comienza a descubrir qué es la vida, y fantasía, con microcosmos oníricos y viajes en el tiempo. Un mundo irreal que solo existe en la mente de su protagonista, pero que consigue atraparnos durante todo su metraje en un cuento moral en el que para cada problema hay una solución, y ésta, como demostraba El mago de Oz, siempre ha estado en nosotros mismos.


En un mundo en el que todavía muchos ven la etiqueta de cine de animación y creen que solo es cine para niños, Mirai no Mirai es una película que rompe tópicos. Una cinta que, tras pasar por Cannes, se granjeó en el pasado Nocturna los premios del público y al mejor guion, y se convirtió más adelante en una seria competidora en la categoría mejor película de animación en los pasados Óscar (el que ganaría finalmente esa pequeña joya que es Spiderman. Un nuevo universo). Una rara avis que consigue que sintamos realmente lo que es volar.


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