El Libro del Infierno (Dark Tales IV) - Manuel Castilla


La vampira, con pasos seguros y tranquilos, entra en la boca del metro. Morena, pequeña, y de apariencia frágil, es en realidad una asesina despiadada. Se acerca por el andén, y aborda a otro vampiro que lee un periódico mostrando poco interés. El nombre de este ser de la noche es Howard Matheson, y también es detective privado. Este investigador acaba de destruir a la secta de los Setitas, pero aún faltan muchos años para que mate al demonio más perverso que se haya conocido, consiguiendo así, un objeto mítico, de un poder grandioso, pero todo eso se ubica en el futuro. Estamos en París, es el año 1973, y las fuerzas de la oscuridad trazan planes para destruir a las fuerzas del bien.




—¿Señor Matheson?

—Susanne, “la asesina”, tenía ganas de conocerte.

—La dirección que me pidió. Aquí vive ese malnacido.

—No eres de muchas palabras. Gracias.

—Ten cuidado con ese hijo de puta, dicen que está acabado, pero es mentira. Es un viejo vampiro taimado y tenebroso.


La mansión es grande y antigua, rodeada un gran muro, y sólo hay una entrada para el acceso. Matheson se adentra, sube las escaleras que llevan hasta la mansión, y se percata de que en la puerta hay una figura oscura. Es un vampiro, que de forma solemne, sujeta un candelabro con ambas manos.

Bienvenido a mi humilde morada.
Supongo que usted es....
Altusius, el dueño de este lugar, pase, es bienvenido.
—¿Me invita?
—¿Prefiere que lo mate?
Ja, ja, acepto su invitación.

Matheson sigue a su siniestro anfitrión por una serie de laberínticos pasillos, hasta llegar a un enorme salón con una gran chimenea. Ambos caballeros se sientan en un par de cómodos sillones. El olor a muerte, a decadencia, están muy presentes en aquel lugar. Matheson observa al otro vampiro, alto, pelo blanco, viste completamente de negro, parece viejo y cansado, pero es peligroso como un nido de serpientes.

Así que viene usted a por ese libro diabólico, Lady Valeria lo ha mandado a por él.
Sí, a cambio se le entregará el Diamante de los Cárpatos, una joya que usted busca desde hace tiempo…
Me temo que no hay trato, el libro se queda conmigo. Es muy peligroso, dígale a Lady Valeria que es mejor no tocarlo.
Pero esto puede ser tomado como una falta de formalidad. Lady Valeria ha insistido mucho en que quiere este libro, por no olvidar que sus aventuras en Rumanía para conseguir el Diamante de los Cárpatos, fueron ciertamente épicas.
Ya no quiero ese diamante, me gustaría que se fuera. Lárguese de aquí Matheson.
—Altusius, debo insistir…

Altusius se abalanza como un rayo, levanta a Matheson como si fuera una pluma, agarrándolo por del cuello, y apretando de forma implacable. La situación para Matheson se torna alucinante. Lo va a destruir un vampiro con más de cuatrocientos años, una puta leyenda. Intenta llegar a su pistola, cargada con balas bañadas en agua bendita, pero no puede, está como paralizado por la presión ejercida sobre su cuello. De pronto, el vampiro más viejo se queda como congelado, con la marida fija. De su cuello sobresale una daga de plata, y detrás del viejo canalla, está Susanne. Altusius cae al suelo aparentemente muerto.



—Susanne, gracias, me has salvado de la segunda muerte.

—No está muerto, este cabrón volverá dentro de un rato, la daga sólo lo ha vencido, no lo ha matado.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Muy fácil Matheson, el Libro del Infierno está en las catacumbas de la mansión. Iremos a por él, Lady Valeria tendrá lo que quiere.








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